Como cada sábado a las 23:30 estaba en el metro, con mi música a todo volumen, pensando en mis cosas y de camino a tomar unas cervezas con los colegas.
En estos trayectos largo de 45 minutos siempre hago una especie de repaso de mi vida, especialmente del 2011: los buenos momentos, los malos, los que quieres olvidar y a la gente que ha demostrado estar ahí. Podría decirse que el 2011 ha sido una montaña rusa de emociones y he pasado por una gran cantidad de grados de felicidad y tristeza. Me ha servido para conocer aspectos de mi misma que nunca me hubiese imaginado y para convencerme de lo poco que nuestras reglas del cómo y cuándo se resquebrajan cuando llega alguien que te rompe los esquemas. Todo es experiencia, todo son vivencias que me servirán para un futuro, hayan dolido o no.
Tras una introspección breve llego a mi destino. Al salir por la boca de metro todo está abarrotado como es usual a estas horas de la noche. Todo el mundo ha quedado con alguien en el mismo lugar. Menos mal que yo ya voy directamente al bar.
-¡Eh! ¡Miri! - me doy la vuelta y veo a Gabriela andando hacia a mi.
- ¡Hombre! ¿Qué tal?
- Nada, esperando a estos, que como siempre llegan tarde ¿Qué tal el curro? Me he enterado que tienes nuevo trabajo.
- Pues bien, un poco liada porque me pusieron a cargo de un proyecto y tengo que coordinar a más de 10 personas, ¡una puta locura!
- Joder tia, eso está genial.
- Si, bueno, esperemos que no salga desquiciada ¿Y tú? Has estado desaparecida.
Así estuvimos un buen rato. Poniéndonos al día de nuestras idas y venidas. Una de esas chicas que iban bastante al bar que frecuento y que de repente desapareció de un día para otro y nadie sabía porqué. Tampoco quería ahondar en ello, no era mi intención ponerme en plan cotilla o incomodarla.
- Y poco más que contar ¿dónde vas ahora?
- Donde siempre, ya sabes que soy asidua y tengo abonada de borracha.
- Cierto, cierto, hace meses que no paso por el "Clan" ¿cómo va todo por allí?
- Como siempre, los cierres siguen siendo surrealistas y a veces parece Mordor.
- No se si lo sabrás pero tuve una movida bastante gorda con Marta, la novia del camarero, me dijo que le tiraba los trastos y me montó un pollo de narices. Además, empezaron a correr ciertos rumores sobre mi totalmente infundados y necesitaba alejarme.
- No tenía ni idea y tampoco quería remover mierda.
- Ya se que tu pasas de cualquier tontería que vayan contando pero quería que te enterases por mi.
- No te preocupes Gabri, lo entiendo perfectamente, cuando quieras pasarte sabes que estoy allí y que no vas a estar solar en ningún momento.
- Gracias tía, lo aprecio mucho. Por cierto, ya se que no es de mi incumbencia pero como bien sabes la gente es mazo de cotilla y prefiero preguntarte a ti ¿Qué pasó con Ricardo?
- ¡Ah! Bueno, ya sabes que es todo un personaje, muy majo, habla con todo el mundo es como un cómico de la Paramount pero es eso, un personaje. Me arriesgué con él porque creí que merecía la pena y porque no había tenido un feeling así con nadie. Me equivoqué. Un día de buenas a primeras me empezó a ignorar, no contestaba a mis mensajes ni nada. Estuve dos semanas bastante jodida.
- Y de eso ¿hace cuanto?
- Más o menos tres meses. Hace poco me encontré con Ana y me estuvo comentado una conversación que tuvo con él. Básicamente en la que iba en plan capullo, cuando todos sabemos que es un calzonazos. Me jodió bastante, cosa que demuestra que aún no lo tengo muy superado.
- Joder tía Miri, lo siento. No te lo merecías. Te portaste de puta madre con él, incluso cuando le daban esas venadas de ponerse en plan ermitaño y contra el mundo.
- ¡Qué me vas a contar Gabri!
Mientras seguíamos hablando empezaron a llegar los amigos de Gabriela. Así que tras un fuerte abrazo de despedida, proseguí mi camino.
Nada más llegar a la entrada del bar estaban fumando fuera María y Oscar.
- ¡Mírala!¿Dónde te habías metido? - decía María con los brazos abiertos hacia mi.
- Me he encontrado con Gabri, está mucho mejor.
- ¡No jodas! ¿se va a pasar?
- No lo creo.
Oscar con cara muy seria, se acerca a mi y me susurra.
- Miri, ha venido.
- ¿Quién? ¿Papá Noel?
- ¡Ojalá! Peor. Ricardo.
En ese instante me puse blanca y me dio un vuelco el corazón. No sabía si porque le iba a ver después de 4 meses o cómo iba a reaccionar. Mi primer impulso fue largarme: "Ojos que no ven corazón que no siente". En ese momento, María puso el brazo sobre los hombros y me dijo:
- No te preocupes Miri. Estamos aquí para darte apoyo moral.
- Gracias guapa.
Así que me armé de valor y entré por la puerta. Ahí estaba, de risas, como si nada hubiera pasado, hablando con el camarero. Yo hice mi ritual de siempre: saludar al dueño, a la gente conocida y dejar mis cosas para pedirme mi tercio habitual. Apoyada en la barra, mientras Diego el camarero terminaba de hablar con Ricardo, rezaba porque todo fuera rápido y sin tener que cruzar los dos típicos besos.
- ¡Miri! - exclamó Diego cuando por fin me vio, aunque con cierta expresión en su cara de "va a explotar una bomba y no se donde meterme"
- ¡Qué tal petardo! Ponme lo de siempre, porfi.
En ese instante, Ricardo me miró y susurró un "Hola" que básicamente lo pude notar porque movió los labios. Yo asentí con las cabeza y dije un "Que hay" de lo más impersonal. Agarré mi tercio, pagué y me fui a hablar con María y Oscar que ya habían entrado de fumar.
La primera hora transcurrió normal, no cruzabamos miradas y cada uno iba por su lado.
- Me voy a fumar fuera ¿te vienes? - dije a María mientas me llevaba un pitillo a la boca.
- No tía, acabo de fumarme uno, te espero aquí.
Me cogí la chaqueta que estaba colgada en uno de los ganchos bajo la barra y me fui a fumar tranquilamente fuera, a la fría noche invernal de Madrid. Por suerte o por desgracia no había nadie más en la puerta con quien charlar, así que me dedicaba a mirar a los transeúntes pasar. En ese momento se abrió la puerta y ahí estaba Ricardo, con su tequila sunrise y porro en mano "Joder, joder, joder" Pensé. El momento incómodo de la noche podría acabar en hostias o en un melodrama. Rezaba por que viniera alguien a hacer de mediador y escurrir el bulto de una conversación incómoda.
- ¿Qué tal? - "¡LARGATE!" pensaba mientras intentaba articular una respuesta lo más cortante posible.
- Bien.
- ¿Qué tal las navidades?
- Bien.
- Ehmmm ... ya se que me prohibiste terminantemente venir al "Clan" pero tenía que dar unas cosas a Diego y al final entre una cosa y otra se me ha pasado el tiempo, pero en cuanto termine mi copa me voy.
- No te preocupes, la que se va a ir soy yo.
En ese mismo instante y antes de que pudiera abrir la boca salió María al rescate.
- Miri, vente a pillar unas pizzas que no he cenado.
- ¡Vale! - creo que en toda mi vida no me ha hecho más feliz una interrupción.
Rápidamente cogí mis cosas y María y yo nos largamos a llenar un poco el buche. Ya era la una y media de la madrugada y la cerveza sola no entra igual.
- Tía Miri, lo siento, no me he dado cuenta que salía detrás tuya.
- Ja ja ja ja. No te preocupes. Tampoco ha sido para tanto.
- Me alegro que más o menos lo tengas superado ¿Es posible que Alberto tenga algo que ver?- La miré de reojo y con una sonrisilla en la cara medio asentí con la cabeza.
- Ja ja ja ja ¡Qué perraca! Por cierto ¿dónde está?
- Pues me ha dicho que iba a salir pero no estoy segura de si vendrá al "Clan" al final, me enviará un whatsapp.
- Esperemos que venga y así le das en todos los morros al payaso ese.
- No creo que le importe. Además seguro que Diego le ha puesto al día, son todos una panda de cotillos.
A veces, la gente te saca una sonrisa en los momentos que más los necesitas y hoy, iba a ser uno de esos.
Mientras comíamos tranquilamente nuestras pizzas calientes en la plaza, María frunció el ceño y me dijo: Tía, ¿ese no es Alberto? - miré a mi espalda pero yo no le veía - ¿Dónde? En ese momento María abrió los ojos como platos - No tía, me he confundido, vamonos que hace mucho frío - ¿Qué te pasa? - Nada, nada, venga vamos. María me iba empujando de vuelta al "Clan" cuando de repente veo a Alberto con una chica quitándole un mechón de la cara y besándola.
- María ¡para! - se quedó inmóvil mientras yo me quedaba delante de Alberto a ver si daba la casualidad que giraba la cabeza y me veía.
Vale, no tenemos una relación seria y puede estar con quien quiera pero también es cierto que hemos sobrepasado un poco los límites del término "follamigo" para convertirse en un "algo más" un poco indefinido o en proceso de algo. Aún así, nunca hace mucha gracia ver al tío del que estás más bien encoñada dándose el palo con otra y más aún cuando te suelta cosas como "Te echo de menos" o "Quiero estar contigo" o tonterías varias que no le dices a un rollo. Esta situación era inevitable pero podría haber pasado otro día. ¡Maldito Karma!
- Miri, lo siento.
- ¿Por? Al fin y al cabo era lo que era, un toy boy. Ya habrá otros o ¿no?
María me asentía dándome la razón y ambas nos sonreímos. Al mismo tiempo que reanudábamos la marcha Alberto me vio. La cara de bobo que se le quedó no tenía precio ¿Qué se le pasaría por la cabeza en ese instante? Así que yo, como si todo me resbalara, le dije adiós con la mano y con una sonrisa de oreja a oreja y me largué. María me miraba y entre risas gritaba: "And the oscar goes to ... Miri!" Casi se me salió la pizza por la nariz y terminé añadiendo: "por la película Maldito Karma"
Moraleja: Lo que no te mata te hace más fuerte y las cosas sólo tienen la importancia que tú las des.
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