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jueves, 25 de agosto de 2011

Malas con premeditación, nocturnidad y alevosía

Las mujeres somos malas. Todos lo saben, los hombres lo saben, las propias mujeres lo saben y los inclasificables lo saben ¿para qué negarlo? Miles de años de evolución lo corroboran. Mientras el hombre cazaba para alimentar a la tribu, la mujer cuidaba de su descendencia, despellejaba a los bichos para hacer las ropas y recolectaba. Cuestión de repartir las tareas, ni más ni menos. De aquella no existía la leche en polvo, las guarderías, las facilidades que hoy en día otorga nuestra sociedad para que la mujer salga a trabajar y ganarse el pan como cualquier hombre de hoy en día. Si el macho basaba sus habilidades en la fuerza la mujer le quedaba el intelecto. No es que diga que los hombres sean más tontos, pero digamos que nosotras hemos tenido que usar las armas que la naturaleza nos ha dado para hacer frente a la adversidad. A falta de músculo ideábamos estratagemas. Y como el ser humano tiene el don del habla (unos más que otros) nosotras la hemos usado tanto para aplacar furia como manipular pensamientos. Sobrevivir o morir ... a nuestra manera.
A día de hoy y a lo largo de mi vida sentía verdadero pavor cuando trabajaba en un departamento, lugar y/o empresa donde abundaba el sexo femenino. Las habladurías, la inquina, el rencor, la ojeriza y en definitiva la mala sangre abunda por esos ambientes. En vez de unirse y hacer fuerza, se dedican a insultarse y mal meter: "mira esta como va vestida hoy, va provocando", "me he enterado que tiene un rollo con fulanito, vaya fulana", "se pasa el día fumando", "se toma descansos demasiado largos" y un largo etcétera de comentarios maliciosos. Por eso decidí, que si tenía que tratar con alguien, lo menos posible a poder ser, sería con el sexo opuesto. Aunque tengan sus trifulcas, no guardan rencor, tienen otro tipo de escala de valores y otro punto de vista. Los hombres suelen ser más prácticos y sus armas más efectivas. A ningún tío se le ocurriría tirarse a su jefa o tontear con su supervisora porque tiene todas las de perder. El caso opuesto ... es otra historia. Suena machista, quizás, pero no se aleja mucho de la realidad laboral. Por ello, todas esas mujeres que tratan de triunfar con el mismo modus operandi de un hombre les cuesta el doble porque tienen que demostrar que:

1. No se van a derrumbar y ponerse a llorar a la primera de cambio.
2. No usará sus "típicas" armas de mujer.
3. Su vida familiar será prácticamente inexistente.

Nadie dijo que fuera fácil.

En definitiva, el respeto se gana y no se otorga porque sí.

2 comentarios:

  1. Muy cierto, y lo peor de todo es que las mujeres se tienen envidia siempre, incluso entre amigas.

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  2. Yo creo que es por una falta grave de autoestima y seguridad en uno mismo

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