Tras la muerte de la abuela y unas semanas de luto, mi madre decidió que ya era hora de hacer limpieza en su casa y sacar todos los trastos que había acumulado durante años. Me daba cierto reparo, al fin y al cabo eran sus recuerdos pero como ya no estaba y mi madre se sentía tan triste supuse que eso la ayudaría.
La verdad que nunca me imaginé la cantidad de cosas que se podían sacar de una casa baja a las afueras de la ciudad. Una limpieza a fondo y estaba listo todo aunque no se para qué. Mi madre no la quería vender pero tampoco quería usarla para ir los fines de semana.
Al volver a casa me encerré en mi habitación como hacía habitualmente pero en este caso había una razón: encontré una caja de madera cerrada en casa de mi abuela dentro de su escritorio. Ni corta ni perezosa la saqué del cajón y me la guardé en el bolso. Sin que mi madre se diera cuenta fui al garaje a por unos alicates para intentar abrirla, eso sí, cuando estuviera dormida.
No había nada de valor en su interior solo algunas fotos, un par de cartas y unas gafas viejas un poco raras con los cristales medio amarillos. Como no tenía nada que hacer ojeé las cartas. Una de ellas era casi ilegible, estaba muy manoseada y la firmaba un nombre que no pertenecía al de mi abuelo. Quién sabe, lo mismo mi abuela tenía un amor perdido de su juventud, de esos imposibles e inasequibles que dejan huella para siempre. La otra carta parecía más una serie de instrucciones:
"Lea con atención:
Este objeto que tiene en sus manos ha de usarse con respeto y cuidado, a veces muestra cosas que mejor sería no saber.
El modo de uso es simple y sencillo: póngaselas y vea aquello que quiere VER realmente"
¡Qué cosa más rara! ¿a qué objeto se referiría? ¿a las gafas quizás? Es la única cosa que me cuadra. Las cogí de la caja y me fui al baño. No estaba muy segura de si ponérmelas y VER realmente pero mi curiosidad era mucho más acuciante que cualquier duda o miedo que me rondara por la cabeza. Así que sin pensármelo mucho más me las puse y me miré al espejo. Nada interesante y raro, me veía a mi misma un poco más amarilla por los cristales.
Como hacía todos los domingos por la mañana me fui a pasear a mi perro Bilbo por el parque. Aprovechaba para salir a pasear e incluso hacer algo de ejercicio pero hoy me sentía un poco perezosa y me lleve un libro para tumbarme bajo el sol otoñal.
Bilbo suele ser un perro tranquilo y cuando se cansa de jugar se sienta junto a mi para hacerme compañía. De vez en cuando me hociquea la mano para que le tire la pelota - ¡Corre Bilbo! - Me encanta verle correr feliz por el césped. Mientras iba tras su pelota saqué el libro de mi mochila y mis gafas para leer - ¡Vaya! metí las gafas equivocadas -. No podría quedarme mucho tiempo disfrutando del día soleado ya que si forzaba mucho la vista me dolía la cabeza. Entonces recordé lo que ponía en aquella nota de instrucciones - Bueno, vamos a probarlo aquí -. Me fijé en una pareja que estaban tumbados hablando y haciéndose carantoñas y me puse las gafas. Aunque los cristales estaban viejos y no se podía ver muy bien, la imagen de la pareja era nítida y clara aunque como si tuvieran más color, más brillantes y ... ¿felices? Lo mismo era un efecto óptico. Me levanté del banco y observé a mi alrededor: gente paseando a sus perros, haciendo ejercicio, jugando, niños chillando, lo habitual. Puse a Bilbo la correa y me fui a casa.
Cruzando la calle principal a pocos metros de mi casa me fijé en una pareja que discutía o por lo menos eso parecía. Cuando finalmente el chico se fue, la chica se dio media vuelta en dirección a donde yo vivía. Intentado dejar un espacio prudencial la seguí hasta un portal donde se paró y se sentó en el escalón. No parecía muy contenta pero tampoco lloraba, solo miraba fijamente al suelo como examinando mentalmente las líneas de la acera. Cogí las gafas y me las puse. Cuando conseguí enfocar la vista me di cuenta exactamente del significado de la frase "VER realmente" No se como ese artilugio llegó a las manos de mi abuela y no se como era capaz de captar lo que captaba. La imagen de la chica no tenía nada que ver a través de esos cristales, se me puso hasta la piel de gallina. Su piel era de un color gris ceniciento como la de un cadáver y pude ver que había un gran agujero en su pecho. Debí acercarme demasiado porque ella levantó la vista y vi sus ojos inyectados en sangre llenos de lágrimas. Me quedé petrificada y me quité las gafas - ¿Qué? - me dijo ella mientras me miraba. Me di la vuelta y me fui corriendo. Aquella imagen no se me iría de la cabeza en semanas.
Al llegar a casa subí corriendo a mi habitación y me topé de lleno con mi madre. Había encontrado la caja. Se sentó sobre mi cama e hizo un gesto para que me sentara con ella.
- ¿Las has usado? -. Por lo visto mi madre sabía más de lo que yo pensaba.
- Si, pero prometo no volver a hacerlo.
- ¿Y qué viste?
- Fue horrible, una chica joven y normal, a través de las gafas parecía un cadáver andante y lo peor de todo, con agujero en su pecho lleno de sangre seca.
- No se muy bien de donde sacó esas gafas tu abuela. Una vez cuando era niña me las encontré y tuve la genial idea de ponérmelas y vi algo parecido. Tu abuela me encontró bajo la cama y las gafas en la otra punta de la habitación. Cuando me tranquilicé me explicó porqué se veía a ciertas personas de esa manera tan horrorosa.
- ¿Por qué?
- Antes te haré una pregunta: tú sabes que estoy triste, ¿verdad?
- Claro mamá
- Pero a que no sabías que tu tío es el que peor lo está pasando.
- Pues no. En el velatorio parecía que lo sobrellevaba bastante bien.
- Eso es porque hay gente que no muestra sus emociones tan fácilmente como los demás, es como si llevaran una máscara. Pues bien, estas gafas pueden ver a través de esas máscaras. Lo que tu has visto es como se siente realmente aquella chica, has visto su sufrimiento en estado puro. Y por el susto que llevas en tu cara debe de estar pasándolo terriblemente mal.
- Pobrecilla. Ni siquiera lloraba cuando la vi sin las gafas.
- Bueno, creo que guardaremos esto en algún lugar seguro. No te impediré que las uses pero ten cuidado.
- No te preocupes mamá, creo que he tenido suficiente.
Mi madre salió de la habitación con caja y las gafas. Me tranquilizaba el hecho de que ella supiera sobre ello pero todavía sentía mi corazón latir a mil por hora "¿Corazón?" pensé. Probablemente por eso aquella chica tenía una agujero en el pecho, alguien le había arrancado el corazón y por eso parecía un cadáver. ¿Cómo podía existir gente así? ¿cómo viviría con ese agujero en el pecho? Ojalá yo nunca lo descubra, parece un futuro desolador.
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