No recuerdo el día que perdí la ilusión por las cosas o esa excitación y emoción de empezar algo nuevo o ver algo distinto. Esa misma sensación cuando eres niño y el día de reyes te levantas y admiras con los ojos como platos en tu salón el paraíso. Echo de menos esa sensación, me hacía sentir viva, esperanzada, una vida llena de posibilidades.
Pero vas creciendo, vas viviendo, acumulando recuerdos y experiencias. Algunas buenas y otras tantas malas que van acabando con el niño/a que eras. Van machacando la ilusión que te hacía ser capaz de todo. Te vuelves desconfiado, más arisco, más insensible y menos empático. Vas construyendo un muro donde los ladrillos son todos esos malos momentos, y esas sensaciones de pena y dolor son el cemento que los une. Te construyes tu propia prisión. Tu eres carcelero y juez de tu exilio interior.
Convives con dos personajes en tu vida: la cara que da al exterior y la interna; la segunda que conoces tu y quizás un par de personas o tres que consiguieron atravesar esa coraza de piedra, ... aunque raro es. Algunas veces esa convivencia entra en conflicto y en ese muro empiezan a haber grietas de duda, de un "quizás", de un "puede" que se vuelve en el "falsa alarma" y el muro vuelve a reforzarse y además añades una nueva capa de hormigón armado para "el por si acaso vuelve a ocurrir". Una y otra vez este proceso se repite, bien porque la persona que intentó entrar no se tomó demasiadas molestias en atravesarlo, o bien porque en tu gran muralla pusiste un par de francotiradores por si alguien osaba acercarse demasiado. Es un círculo vicioso, donde tu yo atrapado acaba debilitándose y volviéndose paranóico. Un yo preso del miedo, la incertidumbre y el dolor que no sabe escapar pero que se ha acostumbrado tanto a esas paredes que tampoco sabría vivir fuera de ellas.
¿Hay esperanza?¿vendrá alguien con un Apache a derribar ese muro?¿Tu muro ya está hecho de adamantium?
El inevitable desenlace es que si no se sale de ese círculo por propia voluntad, la libertad será solo un anhelo de tiempos pasados.
Era un pequeño e inocente niño. Tenía mi grupito de amigos, como todos. Eramos los ''frikis'' del cole. Qué bien nos lo pasábamos... La inocencia que vivía en mi pequeño corazón, que se suministraba a cada parte del cuerpo con cada latido, era de unas desmesuradas dimensiones. Qué inocente era. Cuántos sentimientos corrían por mis venas. Qué vivo estaba.
ResponderEliminarEl bullying comenzó. Me sumí en la depresión, y junto a ella, en la locura. Pasaban los años, todas las personas que me importaban, me dejaban. Cada vez perdía más la cabeza, cada vez vivía menos, y sabía que se me acababa el tiempo. Lloraba constantemente, y estaba solo. Muy solo.
Pasaban los años, y con ellos, mi vida. No era feliz, no estaba bien, estaba absolutamente solo. Perdí por completo la cabeza, y me convertí repentinamente en lo que soy ahora. Una persona excéntrica, incapaz de tomarse algo en serio, incapaz de sufrir, ni de entristecerse. Ni de ser feliz. Ni de vivir.
Me reía de todo. Había aprendido que era lo mejor, mucho mejor que tomártelo en serio. Ya no lloraba; no podía llorar. La coraza que se construía sobre mi corazón, para protegerlo de mi alma cada vez más oscura y de mi mente perturbada, se hizo cada vez más fuerte, y más resistente. Hasta que me convertí en la coraza. Maldito para siempre.
Y, ¿ahora qué? Nadie tiene el poder ni la fuerza suficiente para destruir eso. Es simplemente demasiado. Solo yo tengo el poder de destruirlo, pero no quiero. Si lo hiciese, me destruiría a mi mismo; yo soy la coraza. Ese muro del que hablas, querida Cruella Van Doom, eres ahora tú. Si la derribases, te perderías a ti misma, y una vez perdido eso, ya no se puede encontrar.
Las experiencias te forjan, el tiempo, te pule.
-Escrito por Alguien
Pues la decisión entonces es vivir repentinamente y con gran intensidad o desvanecerse de forma gradual.
EliminarSe puede vivir con gran intensidad durante toda la vida. ^^
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