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viernes, 25 de marzo de 2011

Cartas sin retorno

Hoy en día recibir cartas y escritas a mano es raro, extraño y muy poco habitual. Normalmente lo que encuentro en mi buzón es lo mucho que me "quiere" el banco, frases de ánimo en propaganda y un montón de recibos que sólo me quieren por mi dinero. Los clásicos como yo los llamo. El otro día, un día normal como otro cualquiera, encontré en mi buzón una carta. La gracia era que no estaba dirigida a mi, es más, la dirección ni siquiera se le parecía a donde yo vivo. Realmente el cartero o necesita unas gafas urgentemente o se había pasado con el carajillo matutino. El remitente no me resultó para nada familiar pero aún así, antes de dejarla encima de la repisa donde dejamos el correo extraviado no pude reprimir mi curiosidad ¿Quién escribe cartas a mano hoy en día? Así que por una vez en mi vida ... bueno, quizás por segunda o tercera vez, hice algo ilegal: abrir el correo ajeno. Al fin y al cabo no todos los días algo despierta mi lado fisgón.

Antes, intenté buscar la dirección en google maps, tan solo para saber cuán de lejos se había equivocado el cartero. Nada más y nada menos que en la otra punta de la ciudad. Le iba a durar poco el trabajo al amigo o amiga repartiendo las cartas con tanto tino. Además de eso busqué el nombre del remitente y el del destinatario. Encontré unos cuantos resultados que no me condujeron a nada. Solo sabía que una chica había escrito a un chico. 

Así que me dispuse a abrirla. Me encontré con tres folios escritos por las dos caras. Gracias al cielo la letra era clara y por lo que pude ojear no estaba escrita en lenguaje sms o con faltas de ortografía que te hacen sangrar las retinas como es lo corriente en los tiempos que corren.

Haré un breve resumen intentado plasmar lo que ella decía, aunque me va a costar lo mío:

Toda mi vida me he encontrado en un segundo plano. Toda mi vida he sido el observadora y no la observada. En cierta manera eso me ha dado ventaja y puedo prever los siguientes pasos en las decisiones de los demás, pero en tu caso me cuesta. Supongo que será el hecho de que te mire con otros ojos y que sienta una presión en el pecho, la necesidad continua de tu presencia y las horribles ganas que me invaden cada día de compartir dos simples palabras contigo. 
Llevo observándote dos años y no me acuerdo como era yo antes de conocerte o mejor dicho, antes de que te cruzaras en mi vida. Supongo que estaba vacía. Una especie de autómata que se levantaba cada día para ir a la universidad, estudiar y volver a dormir. Una vida lineal, un encefalograma plano, un sin sentido. A veces no puedo creer que un ser humano pueda hacer cambiar el mundo de otro. Volverlo del revés o que todo se vea más nítido y colorido. 
Nunca me he creído especial, no he sobresalido en nada, soy alguien que pasa desapercibido como una costumbre, algo que no te das cuenta que está ahí porque forma parte del paisaje. Me conformaba con verte y saludarte por las mañanas. No necesitaba más porque sabía perfectamente que si hubiese ido más allá habría acabado en un lugar en el que no quiero estar. Pero heme aquí al borde de la absoluta desgana y el tedio, echando de menos mi vida tranquila y plana cuando todo era normal y sin sobresaltos. Sabía que algún día pasaría, es ley de vida, es lo que tenía que ocurrir. En el fondo lo sabía pero deseaba no estar allí cuando ocurriera. Deseaba que no fuera ella, pero mi presentimiento estaba latente, susurrándome todos los días lo que sabía de sobra que pasaría. Reconozco que intenté evitar que la conocieras. Al fin y al cabo la conozco desde hace mucho más tiempo que tu y se sus virtudes y sus debilidades, sus costumbres y sus manías. Al fin y al cabo es mi hermana. 
Ahora te veo en mi casa, oigo vuestras conversaciones, veo como la sonríes, como la acaricias y como la miras y me siento cansada, como si algo me hubiera quitado una pieza vital en el sistema que me mantiene en movimiento. Hay algo dentro que no funciona y no se como arreglarlo. Tristeza lo llaman. Un agujero que crece cada día. Una fuerza que absorbe toda la luz y desaparece.
Al mirarme al espejo sólo veo un ser animado sin vida. Las fuerzas se me escapan de entre los dedos y ahora la presión en el pecho no me deja respirar. No me gustaría decir que la vida ya no tiene sentido, pero si alguna vez lo tuvo se ha perdido por el camino. He perdido. Sabía que nunca podía ganar. Ella era la indicada, era la que tenía el número ganador. Siempre lo tuvo. 
La esperanza ha sido mi peor aliado. Ha sido el lobo vestido de cordero acechando impasible para apuñalar y desgarrar cualquier atisbo de ilusión y ahora me desangro poco a poco.
Ayer me preguntaste si salía con alguien y yo contesté que no, te reíste y me dijiste que te parecía increíble que una chica tan encantadora no estuviera con nadie. Eso me hizo pensar que qué era lo que yo me merecía y si algún día conseguiría estar completa. El volver a respirar sin notar un enorme opresión en mis pulmones. El sonreír cuando veo al perro del vecino quitarle el periódico al de al lado mientras su mujer le persigue. El sentarme en el parque un día soleado mientras disfruto de un buen libro. Salir y disfrutar. Simplemente disfrutar. 
Me has quitado mi ilusión y me has dejado desterrada en un lugar vacío y oscuro del que no se salir. Mi peor pesadilla se ha convertido en realidad: grito y nadie puede oírme a pesar de estar todos en la misma habitación. Nadie me ve. Nadie me oye. Nadie. Incluso yo ya no me reconozco. Soy un espejismo, una copia de lo que fui. Un juguete estropeado que nunca volverá a funcionar bien. Todo porque un día decidiste aparecer en mi vida y de paso enamorarte de alguien que nunca sería. 
No, no es culpa tuya ni tampoco mía. No es culpa de nadie pero necesito echársela a alguien para seguir adelante. Te quiero tanto que creo que me ahogo con tan sólo decirlo en alto y por eso te escribo esta carta, porque no tengo valor de hacerlo en persona. Sería incapaz de mirarte a los ojos y decirte que te odio y te quiero tanto que quema y destruye cualquier atisbo de cordura. 
No puedo más y por eso me voy. Dice el refrán que "ojos que no ven corazón que no siente" Algún día espero verte y no sentir. Algún día espero no sentir nada parecido y no volver a este lugar gris en el que me encuentro. 
Intentaré odiarte, es más fácil.

Exceptuando algunos párrafos y otras frases, básicamente la carta es lo que decía. Me pregunto si será cierto que odiar a alguien al que amas tanto es más fácil, especialmente cuando no lo puedes tener. Estas emociones se salen totalmente de mi entendimiento y me alegro de vivir una especie de "encefalograma plano" como dice la carta. Sin sobresaltos ni hundimientos. 

Estuve toda la noche dando vueltas a si debía volver a poner la carta en la repisa. En parte sería lo correcto pero por otro lado si el chico en cuestión recibía la carta probablemente la hermana de la remitente se enteraría y podría complicar las cosas al extremo. Así que al día siguiente decidí escribir una pequeña nota a la "alma en pena" esperando que la recibiera.

 Nadie puede hacer que te sientas inferior si tú no se lo permites.



Creo que me estoy ablandando con el tiempo.

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