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martes, 29 de marzo de 2011

yo creo, tu crees, el cree, ...

Escuchar el comiendo de las siguientes frases: "yo creo", "yo pienso", "a mi me parece" y demás sucedáneos de opinión me repatean el hígado. En esta nuestra sociedad en la que vivimos día a día, hay que aguantar que la gente vierta sus opiniones sobre tu vida y sobre ti aunque tu no las quieras saber, o mejor aún, no las has pedido. "No deberías ser tan cruel, no esta bien" ¿quién lo dice? ¿tú? ¿eres dios?¿me vas a castigar mirando a la pared? Si no te gusta te das la vuelta y te vas, como yo hago cada vez que me topo con alguna persona insulsa y mediocre que sólo sabe darme la tabarra con su patética vida.

Lo mejor de todo es que es habitual, tanto que se te acaba pegando esa estúpida manía. Así que opté por una especie de terapia de choque y cada vez que intentaba dar mi opinión sin que me la pidieran antes preguntaba por si acaso: ¿me estás pidiendo mi opinión al respecto? Si la respuesta era afirmativa, les daba mi opinión, tanto buena como mala. Ahí la tenían, me la habían pedido, si no les gustaba que no hubieran dicho si, no estaba obligados.

Ayer en la consulta del médico no pude evitar escuchar una conversación entre dos mujeres de unos cuarenta años que llevaban a sus hijos al pediatra. Un poco mayores para ser madres, pero en su justa edad para ser abuelas. Debería estar prohibido tener hijos a ciertas edades, no sólo por beneficio del propio niño sino porque resulta antinatura teniendo en cuenta que la mayoría de las veces son fertilizaciones in vitro, pero bueno eso es otro tema que abordaré otro día. El caso es que ambas mujeres opinaban muy abiertamente sobre cierta vecina de su misma edad, que siempre había estado soltera y que hacía lo que le venía en gana. "No me parece ni medio normal que cada mes venga con un hombre distinto a casa" decía una y la otra asentía como un mono de imitación. La conversación seguía por esos derroteros. Una crítica tras otra sobre las costumbres de dicha mujer, sus hábitos de vida, los hombres con los que iba, las horas a las que llegaba. Parecía que ambas mujeres tenían un planning de la vida de su vecina tan detallado que me resultaba entre patético y escalofriante. Si alguien supiera tanto de mis horarios le denunciaría por acoso. Me pregunto que podría haberlas hecho esa señora de vida "alocada" La única razón lógica que se me ocurría era la envidia. Una envidia mal sana que las corroía y las hacía esputar semejantes opiniones baratas. Apunto estuve de decirlas algo, pero me recordé a mi misma que nadie me había pedido mi opinión así que opté por otro método: "¿Por favor pueden bajar un poco la voz?" Ambas se giraron con una cara de indignación inmensa en sus expresiones. Al parecer había interrumpido una interesantísima conversación sobre lo irritante que era la vida de su vecina del quinto.

Continuaron, pero esta vez con cuchicheos que creo eran aún más molestos. Yo cada vez me ponía más nerviosa: entre sus estupideces y que mi consulta se retrasaba ya más de 20 minutos; no sabría si podría contenerme. Mi psicólogo, uno de tantos, me dice que no es bueno contenerse las cosas, callarse el mal estar, hay que compartirlo y expresarlo. ¡Qué demonios! él es el terapeuta no yo. Así que hagámosle caso: "No se si es más inquietante el hecho de que sepan tanto de la vida de una persona o que con su edad que casi llega al medio siglo se comporten como adolescentes amargadas y hormonadas. Por dios santo, ¡¡cállense ya!!" Su cara no se me olvidará en la vida. Caras desencajadas y atónitas. Supongo que nadie les había dicho a la cara lo patética que eran ambas y rezo porque no hayan tenido hijos tan sólo por llenar un patético vacío en su interior que les consume.

No estaba sola en la sala de espera. Me di cuenta porque la gente empezó a aplaudir. Por lo visto no sólo estaban hartos de los gritos y quejidos de los dos especímenes en miniatura descendientes de las dos arpías, sino también de las arpías en cuestión. Justo en ese instante me llamaron para entrar en la consulta. Salida triunfal sin dar pie a réplica. Al final la tarde no iba a estar tan desaprovechada como yo creía.

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