Llega el fatídico día en el que pasas de la veintena a la treintena y no puedes evitar echar un vistazo al pasado y pararte a hacer balance:
¿Conseguí lo que me propuse?
¿Estoy avanzando?
¿Soy más feliz?
Cuando empiezan a acumularse los "no", una ola de frustración te invade y piensas que todos tus esfuerzos han sido totalmente en vano. Intentar ver lo positivo se hace la tarea más difícil de tu vida. Recordar tiempos mejores, echar de menos a gente que se fue, oportunidades perdidas, tiempo mal gastado y finalmente la amargura de estar más perdido aún que cuando comenzabas a soñar.
Entonces me esfuerzo, cierro los ojos y pienso "¿qué has aprendido de todo esto?"
- A confiar más en mi instinto y en mi experiencia
- A tener cero expectativas
- Apreciar a la gente que tienes ahora a tu lado
- Salir a flote en mitad de una crisis que se está llevando por delante a la mitad de la población en este país
- Quedarme solo con los buenos momentos
- Tener más claro aún que para querer a alguien me tengo que apreciar más a mi
- Vivir el ahora
- Agradecer no tener ninguna enfermedad
Cada día me levanto y pienso en todo eso. Me obligo a seguir adelante y creer que el camino se me mostrará nítido y claro entre todas las opciones. Disfrutar de lo que tengo sin preocuparme de lo que no tengo.
Mi futuro es lo que hago ahora. Mi mañana es un concepto difuso pero inquietante. Ya he jugado mis cartas ahora toca apechugar con la apuesta.
Esto no termina hasta que sale la palabra FIN.
Sobretodo aprender a disfrutar a pesar de las adversidades, que no vinimos al mundo para sufrir. Saludos. Otro acercándose a los 30.
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